domingo, 23 de noviembre de 2014

Nómada intimista




Meter la mano hondo en la noche de uno mismo
y sacar verdades a manojos
y mirarlas profundo
y luego olvidarse,
y luego recordarse en la tristeza.
Y luego caminar sin pensamientos hasta que algunas palabras resuenan entre ellas y el lenguaje las organiza de otro modo para poder decirse a uno mismo lo mismo
y ser Otro (repetición y diferencia: para que haya diferencia tiene que haber repetición).
A veces me canso de ser nómade de mí mismo. Quisiera ver clara la isla donde reposarme de todas batallas. Cuando uno es un náufrago todo  mar es demasiado grande e insondable.
La isla donde tenía escritas todas mis frases ya se desvanece.
Letras mías flotan en la noche del agua, buscando un sentido.
Y no hay.

jueves, 27 de marzo de 2014

Silencio


Paseo por el mar de mi playa mientras el sol se esconde.

Y pienso.

Nada peor que el silencio para escucharse a sí mismo

Nada mejor que el silencio para escucharse a sí mismo.

Y me escucho. Y es bueno, y tambien es malo.

Nos habitamos siempre en el cuerpo de una contradicción. 









jueves, 9 de enero de 2014

La estrategia del agua



La luz es un animal armónico que todo lo desnuda. Y en esa armonía hace audible lo invisible. Dije con certeza teórica. Y para captar la atención del público proyecté la imagen de una mujer desnuda masturbándose en la boca de un laberinto.  


Continué:


Ariadna gime de placer en la puerta del laberinto para que el Minotauro la escuche. Loba en celo, se agita en el eco de su aullido haciendo vibrar el hilo su voz. La bestia se desespera en el gemido de la doncella. Y finalmente encuentra la salida, y cuando saca su cabeza de animal desbocado por la pequeña entrada de piedra del laberinto, Teseo se la corta de un golpe seco y brutal. Lo mata como se mata a un amigo, con piedad y sin ternura.


Miré desafiante al público y luego sonreí seguro de mi victoria. Entonces ella levantó la mano y dijo:


Interesante. Usted cree haber invertido la relación. Cree haber puesto luz sobre el hilo de Ariadna. No hay hilo real que atado al pie de Teseo pueda guiarlo hasta la salida. Ese hilo no existe. El hilo según usted es el deseo de la bestia. Es el deseo el que fabrica todas las salidas, incluso en aquellos que están perdidos en sus laberintos, como el Minotauro. Astuto su argumento. Pero no modifica un ápice el mito. Tanto usted como el mito dejan intacto un tema central: Teseo es el héroe, el macho asesino de la bestia. Y Ariadna la débil, seductora. Pero yo digo: ¿Por qué no decir que Ariadna envaina la espada y Teseo el que gime en la puerta del laberinto?  Yo pienso que usted no se atreve a invertir el mito: Ariadna la asesina, Teseo el deseante, el Minotauro un deseo en fuga.  


Touché. Aplausos.


El bullicio se opacó tras un público prófugo hacia las tazas de café y los cigarrillos al aire libre.  Ella en cambio siguió sentada en su silla. Me acerqué y le dije:


-Estás castigada. Y lo sabes.

- Sí, lo sé.

- Entonces irás hacia tu bañera, y estarás desnuda y excitada. Y abrirás la ducha, y abrirás las piernas, y con el chorro duro y diverso de esa lluvia, dejarás que el agua desarrolle toda su estrategia, golpee en tu sexo como una tormenta golpea en las ventanas desprevenidas, y gemirás y suplicarás que dos labios entibien tus labios mojados, que besen, que muerdan suave, que laman tus heridas de agua, y gemirás hasta quedarte ronca cuando te venga el orgasmo, esa multiplicidad de muertes menores que te gobiernan cuando te penetre hasta el fondo y tus labios estallen de placer. Y ahora vete.

- ¿Puedo preguntar algo?

- Puedes.

- Cuál es el número de su habitación.

- El 503. Y no te demores. Le dije antes de irme


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Ps: Extracto de mi conferencia “Myths and modern subjectivity”, Cambridge, April 2012.

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